sábado, 9 de febrero de 2013

Jamás sabrás el por qué.
Y nunca te lo volverás a preguntar.
Cabezota. Has hecho creer en una idea y no en la realidad. Has divagado por tu mente noche sí y noche también. Encender de una patada la luz no iluminará con más fuerza esta confusión. Racional. Irracional. ¿Y qué más da? ¿Acaso el silencio se encarga de abrazar los gritos o acaso el viento te protege del frío?
En el pecho humedades como castillos de naipes en lo alto de una montaña. Un corazón gritando, salivando por morder. Un cuerpo ennegrecido, carbonizado por un ayer. La noche se acerca, y la mañana se vuelve oscura. Ya ni el cielo es un relajo para tanta duda.
Respuestas de papel bajo juramentos de humo que no tienen más hueco que llenar que la propia tinta que ni escribir sabe ya. Trozos de hielo, escarcha en los dedos, esnifa cualquier aroma que le prometa un sueño placentero. Recoge las migas que del camino ya no me quiero acordar.
Cabezota, serás idiota. Ahora te toca llorar.

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