Miro la hora, son las cuatro de la madrugada.
Abro la ventana y me asomo.
Noto el aire fresco de la noche en mi cara.
Es una imagen propicia para poder pensar,
un momento en mi vida en el que poder parar.
Reflexiono sobre mi situación, mi sensación y mi condición.
Arriba de mi cabeza están las estrellas, son pocas, pero aún asi siguen siendo preciosas.
Quisiera poder ver el cielo sembrado de ellas. ¿Quisiera poder estar junto a ella?
Mi cuerpo se rinde ante el frio de esta noche y mi pensamiento se alía con el lúgubre paisaje.
Giro mi cabeza a mi derecha, ¿para intentar no pensar o para intentar no dejar escapar...?
No creo que se derrame ni una lágrima, no tengo motivo alguno.
Solo es un triste sentimiento que la noche me deja pero siento paz en mi interior.
El aire de esta madrugada me llena de fuerza y tranquilidad.
No paro de pensar dónde, con quién y cómo estará.
Un mensaje en mi cabeza me pide que pare, que no sé hacia donde quiero ir con esto.
No quiero ir a ninguna parte pero es lo que siento.
Vuelvo a mirar a las estrellas pero ahora no encuentro la luna, estará detrás de mi, o al menos es lo que espero.
Necesito ahora que la luna sea parte de mi. Quiero que baje esta noche y arrimarme si tiene frío.
Que apoye su cabeza en mi pecho pero que me diga que no está cansada y al segundo se duerma.
Que se junten sus pies helados con los mios y me entre un escalofrío.
Que cuando pasen las horas y me despierte tenga su respiración en mi espalda, sus brazos en mi cintura y su pierna sobre las mia.
Que...
Un sonido de una sirena me ha sacado de este delirio. Pasa un coche sin apenas hacer ruido.
Pertubación de esta noche tranquila. Pensamientos sobre su vida.
Vuelvo a mirar la hora y no lo puedo creer: son las diez y diez.
Pestañeo sin pensar para poder reaccionar. Son las cuatro en realidad.
No sé que significa todo esto que pienso. No sé que sentir en este momento.
Pero no intento explicar lo pasado, porque todo eso... ya está explicado.
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