jueves, 29 de marzo de 2012

No puedo parar

Habrá que calmar este deseo.
He reservado mesa en tu boca y en el balcón de tu cuerpo.
¿Con qué vino se acompaña tu piel?
Si se nos gasta el amor, hacemos más.
Que si es largo el camino de mis labios a tu cuello, empezaré a caminar.
Habrá que coger carrerilla. Agárrate, cierra los ojos, juntos vamos a volar. Quiero escaparme contigo y el cielo no puede esperar.
Y si los cierro yo, que más dará, ahí estarán nuestras manos y nuestra piel poder desnudar.
Podemos viajar a cualquier lugar, simplemente debes de abrazarme y empezar a imaginar.
Se te está permitido gritar, siempre y cuando sea por la excitación que no se pueda aguantar.
¿Deberiamos de parar? Una risa juguetona se asoma sin más. Me amarras a tu cintura y comienzas a bailar.
El día que ninguno nos queramos amar, tiraremos de memoria...

y haremos más.

lunes, 12 de marzo de 2012

Intranquilidad

Y me vuelvo a despertar.
Un impulso y aquí estoy otra vez, abriendo los ojos, agrandándolos a cada instante donde mis latidos van manejando.
Pelo mojado, la almohada empapada de sudor. Todo acorde con ésta oscura habitación. ¿Otra vez me he vuelto a despertar? Pero si ni siquiera me ha dado tiempo a volver a dormir, a volverme a relajar.
El reloj se está riendo de mi con sonidos desproporcionados anunciando el paso de los segundos.
Me giro, busco la postura adecuada. Me vuelvo a girar.
Respiro profundamente esperando que vuelva la tranquilidad.
Intento dejar la mente en blanco, no pensar en nada, no dejarme llevar por cada resquicio de mi mente o cada relación sentimental.
Oigo un ruido al otro lado de la casa, me levanto para ver que pasa. Sigilosamente abro la puerta, el pomo está igual de frío que el suelo que contagian a mis manos y mis pies.
Tras abrir la puerta solo veo tinieblas. Ni una luz. Ni una vela. Ni una esperanza.
Se escucha una melodía, un hilo de música que me resulta familiar. Proviene de la cocina. Conforme me acerco va incrementando, conforme me acerco voy recordando. Apoyo la mano sobre la puerta y de un simple empujón empieza a abrirse lentamente. De repente un destello me ciega, agacho la mirada. Intento protegerme de esa luz con mi propia mano e inclino la cabeza para poder ver qué es.
Ahí está.
Con una cola, la camiseta suelta con un hombro descubierto, pantalones cortos y descalza. Podría preguntarme qué haces allí, cómo has entrado o simplemente quién eres; pero la primera pregunta que se hace en mi cabeza es ¿qué es esta sensación? Rozo tu piel y está ardiendo, ¿cómo es posible? Mis pies siguen helados. Mis dedos apenas los puedo sentir.
Lentamente va girando su rostro y... el vaho de mi propia boca no me deja verla bien. Solo aprecio la reacción de su mirada, parece tan confusa como yo.
Sigue esa melodía sonando cada vez más lentamente tras mi. Me doy la vuelta y para de sonar. Miro al frente y ella ya no está.


Y me vuelvo a despertar.
Un impulso y esta sensación de paz.