viernes, 10 de julio de 2015

Del amor, y nada más.

Circulaba con constantes idas y venidas.
Lentas, pero continuas.
La calma se afianzó bajo unos huesos, un poco martillados, un tanto perpetrados.
Asustaba a la racionalidad con tal excesividad que ni la propia tolerancia sabía de dónde venía. Ni a dónde irá.
Mas no existen cuerdos en ese lugar. Ríos de un color anaranjado que la servidumbre de la gran estrella no quiere iluminar.
Montañas viejas, destruidas, donde erosinan los problemas una vez. Y miles de veces más.
Será.
¿Acaso es que las tinieblas engendran problemas que el día sabe ocultar?
¿O que el banco de algún parque haga que este peso se reduzca en algo tan simple como respirar?
Resta importancia a la carne cuando los sentimientos no puede alcanzar.
Un crujir de critales rojos ya no dejan esas constantes circular.