miércoles, 9 de octubre de 2013

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Abajo está la debilidad de tu mente.
Has barrido de golpe cualquier libertad, cualquier sentimiento.
Fuiste reina de un castillo sin nombre, de un alquiler de sueños, de una idea uniforme.

No puedo dejar de amarte, es cierto. No puedo dejarlo...

Lucho contra mi propio ser, lucho contra mi mismo. Las mismas veces que luché buscando alejarme de mi mismo. No es normal que esté la rosa mojada en pleno septiembre. No fue típico, más bien exagerado, que un corazón liderara una guerra ficticia en su caballo honorable de su coraza orgullosa.

Blanquean las paredes la triste mirada de unos ojos. Dos esferas perdidas entre tu sombra y la mía.

Nacer de nuevo es complicado, nacer de lo quemado.
No había más.
No ha quedado nada.

La debilidad de tu mente. La ilusión perdida de la mía.

sábado, 18 de mayo de 2013

Nunca más.

No encuentro la salida por muy grande que esté el letrero.
Estoy en medio. Ni fuera, ni dentro. En medio.

¿Hace falta que vengan y me empujen? Porque por mucho que tiren de mi, muy dentro no llego a estar.
Sonrío sin dejar de pasar el dedo indice por mi frente. Sonrío, porque no puedo más.
La cabeza me va a estallar. Circunstancias. Ambigüedades. Incoherencias. Dudas...

Gestos que dicen mucho sin pronunciar palabra.
Qué fácil es rendirse y qué cansado es luchar (contra viento y marea es imposible avanzar).

No es mi culpa. Lo sé.
Me pierden las formas. También.
Sonoras suenan aunque no salgan de mi boca, pero se quedan encerradas y dan vueltas como un pájaro nervioso en su jaula.
Miro al mar y ya dudo, sí, pero ¿qué puedo hacer? Intento descansar mis pensamientos pero ni siquiera duermo bien.
Qué desastre. Qué desilusión. Qué roce del lamento con la perdición.
LLevo un tiempo buscando sin encontrar,

aspirar sin respirar,
amando sin amar...

miércoles, 15 de mayo de 2013

Para qué


Mis palabras se encierran en paredes imaginarias. Cuando salen de mi boca con ese ritmo nervioso no encuentro solución alguna a los pesares de mi ser. Hablar solo no tranquiliza a nadie.
Necesito recordarte. Necesito tocarte.

No es cuestión de ansias ni de deseo. Eres parte de mi cuerpo y de mi pensar. Lo sabes, ¿no?. A pesar de que mi felicidad a veces se encharque con lágrimas de bobo. A pesar de que mis ojos no quieran mirarte, mis manos tratan de buscarte, mis labios de consolarte y mi alma de besarte. ¿Lo sabes o no? Las noches son más frías desde que tu desnudez no me viste. Mi despertar es menos hermoso si no veo tu rostro encima de la almohada. Anoche me preguntó mi oreja que cuánto tiempo pasaría para volverla a incomodar con tu respiración. Yo le dije que no sé siquiera si respiras.
Respirar por mi, claro.
Sí. Es complicado. A veces dudo de la situación. Me dejo perturbar por meses anteriores, por rincones con carteles de precaución dentro de mi cabeza, por esos sitios sombríos que mi mente ha intentado anular, vetar, prohibir e incluso quemar. 
Lo intenté un par de veces con alcohol y no dio resultado. Está visto que ésta herida no se puede mezclar con ron.
Pero realmente no es una herida, es una cabezoneria mía, ¿no?. 
Es una idea fundamentada en querer creer lo que realmente no es o lo que quisiese que fuese para...¿qué? Esa es la mayor pregunta que me hago al despertar un día gris como hoy.
¿Para qué seguir pensando en el dolor si con el paso de los días puede incrementar dicha sensación?
Por qué me hago preguntas que solo quiero responder yo si estoy harto de contestar y hablar solo no tranquiliza a nadie, ¿no?.
Echo de menos hablar contigo.
Lo sabes, ¿no?.

viernes, 19 de abril de 2013

Ignorante.
Mi razón de ser. Mi forma de sentir.
Como esta manera de volver a escribir lo que no sé decir. O, más bien, intentar volver a ser el que un día fui. No lo sé. Las palabras no fluyen como antes. Mis dedos agarrotados no sirven para otra cosa salvo para abofetear mi imagen en el espejo. No lo entiendo, pero es así. Un día se nubla cuando no es ni gris. Pero, ¿qué quiero decir? Si las vidas son pasajeras y el amor infeliz. No quiero hablar de amor, mejor hablar de mi. O de ti. Que más da, si resulta que a día de hoy es lo mismo. Tú sin mi es un ti conmigo. Sé lo que quiero decir, pero no sé cómo escribir. Podría, no lo sé, remar a contracorriente y tenderme en el suelo para que pudiese pisar sobre una espalda segura. Podría, también, girarme 360º y parar el tiempo cuando me miras. Lo sé, me gusta así. Que me mires y mirarte, que no me dejes de sonreír. Sí, y a ti también. Lo noto en tus ojos y en tus labios sin carmín, en tu ropa húmeda y en tus abrazos sin fin, cuando te pones de puntillas para poder llegar a mi. Sí. Es así. Que estoy perdiendo la cabeza y por eso no sé escribir. Puede que sea por tu pelo o tu forma de reír. Por esa mirada triste cuando recuerdas algo gris. Sí, puede que sí. Que me pierda en tu mundo y no quiera salir. Que nos enredemos en la cama sin reprimir los sentimientos o... tal vez me equivoque aquí. Solo sé que me pierdo si no te encuentro, por mi forma de sentir.

sábado, 9 de febrero de 2013

Jamás sabrás el por qué.
Y nunca te lo volverás a preguntar.
Cabezota. Has hecho creer en una idea y no en la realidad. Has divagado por tu mente noche sí y noche también. Encender de una patada la luz no iluminará con más fuerza esta confusión. Racional. Irracional. ¿Y qué más da? ¿Acaso el silencio se encarga de abrazar los gritos o acaso el viento te protege del frío?
En el pecho humedades como castillos de naipes en lo alto de una montaña. Un corazón gritando, salivando por morder. Un cuerpo ennegrecido, carbonizado por un ayer. La noche se acerca, y la mañana se vuelve oscura. Ya ni el cielo es un relajo para tanta duda.
Respuestas de papel bajo juramentos de humo que no tienen más hueco que llenar que la propia tinta que ni escribir sabe ya. Trozos de hielo, escarcha en los dedos, esnifa cualquier aroma que le prometa un sueño placentero. Recoge las migas que del camino ya no me quiero acordar.
Cabezota, serás idiota. Ahora te toca llorar.

viernes, 8 de febrero de 2013

Fugaz

Han entrado uno a uno los pétalos de esa flor olvidada que crecía en el jardín.
El viento ha abierto la ventana de un suspiro y las ha acompañado hasta posarlas suavemente en su cama.
El sol alumbra indirectamente el lado de la cama dónde ella se mordía el labio inferior y seguidamente sonreía.
Aún queda el aroma de su cuello calado en la almohada. 
Podrá pensarlo una y otra vez, pero nada volverá a ser como cuando ese diente de león flotaba de una mejilla a otra en primavera y los dos embobados observaban cómo se movía al ritmo de la brisa del mar.
- "Es maravilloso cómo se mueve, ¿verdad?" Le dice ella con una sonrisa mientras va mirando como asciende.
- "Sí." - Responde él mirándola fijamente. - "La verdad que nunca he sentido tanta felicidad al ver unos ojos mirar al cielo."
Ella escondió su sonrisa, cruzó su mirada con la de él, y se abalanzó para abrazarlo mientras lo apretaba con más fuerza contra su pecho como si no quisiese que se escapase nunca de ahí. Lo cierto es que él no quería. No le importaba quedarse sin respiración mientras pudiese sentirla cerca y escucharla suspirar en su oreja.
Imposible explicar esa sensación, esa forma de sentir, ese amor.
Se mira al espejo y se pregunta, ¿qué cambió? 
Si era amor lo que ella sentía, ¿o era sólo pasión?
Para él nada era insignificante y todo tenía una razón.
No se lo puede explicar, ¿qué fue lo que pasó?
Mira al cielo pero no encuentra esos ojos ni aquel diente de león.

lunes, 28 de enero de 2013

Perder el norte

Estoy en medio de una tormenta y no hay nadie alrededor.
No veo nada. Niebla por todas partes. Agobio incontrolado.
Supe que cogiendo este camino podía acabar así pero no puedo bajar los brazos y dejar de luchar.
No puedo mirar arriba para saber dónde está el norte porque ni el norte me quiere mirar.
Se cansó de esperar o simplemente de verme fracasar.
Con los pies embarrados, el pecho calado y las manos resecas no sé ni cómo actuar.
Miro a mi izquierda y no te encuentro en ningún lugar.
Esperaba verte allí, refugiada tras un techo, con la chimenea encendida y ese jersey tan reconfortante que cuando me echabas el brazo por los hombros sentía como desprendía tu calor.
Calor. Esa energía que derrochabas cuando en las cuatro paredes de mi habitación hacía que la luna se tapase los ojos para no ser testigo de eso a lo que yo pensaba que era amor...
Porque ahora estoy perdido y ni siquiera te has preocupado, o simplemente preguntado, qué es lo me hacía bien.

Sabes que no lo sabes, pero no mueves tu preocupación por intentarlo saber.
No pedía nada raro. No pedía nada extraño. Simplemente que te dejaras llevar por algo que late bajo tu pecho o por el escalofrío que recorre hasta tu pies.

Y ahora aquí estoy, en medio de la nada y sin ninguna esperanza de reencontrarnos.
Aquí estoy.

Perdido entre las aguas de éste nuestro océano.
Sin saber dónde ir, sin saber de dónde he venido.
Loco por buscarte y buscándote me he perdido.
Es una triste historia de amor recalentado.
Niebla por todas partes. Agobio incontrolado.

sábado, 19 de enero de 2013

Dejar paso al corazón

Fuera existe una lucha entre el viento y las nubes. Totalmente distintos, totalmente incompatibles.
Dentro, en la habitación, él mira al techo mientras ella marca el tiempo de su sueño tras cada respiración. El peso de su muslo sobre sus caderas y la mano sujetándolo por el costado como si no quisiera separarse de él. Sí, digo bien, 'como' si no quisiera. Él no está despierto por casualidad, fuera ruge el viento pero dentro de su cabeza suena con más fuerza cada pensamiento, cada hecho pasado. Lo que daría por saber qué es lo que sueña esa chica, qué es lo que le provoca estar allí jugando a quererse.
No lo puede evitar, cuantas más gotas caen sobre el cristal más nublada está su mente. No lo puede explicar, que en tan poco tiempo haya cambiado esa chica el presente.
No quería ver más allá del 'mi, me, conmigo'. No quería...
En esta historia ella no sueña con príncipes y él estaba montando en su caballo blanco sin darse cuenta.
Fuera ha cesado de llover, pero sus pensamientos mojan cada segundo la almohada.
¿Por qué lo hace tan complicado? "El sueño de todo hombre..." le dice ella. Lo que ella no sabe es que él no es un hombre cualquiera, uno más. Tiene ese lado sentimental que hace que se activa con un simple olor, una mirada o una sonrisa. Una palabra, un gesto, una caricia...
No está hecho para jugar a querer, si no para querer y sentir cada gesto en su piel.
No puede más, no puede engañarse día tras día, ya no.
Por mucho que quiera, debe de darlo por imposible.
Son totalmente distintos, totalmente incompatibles.