El no saludar no significa que no sepa que estés ahí.
Evitar la mirada u ocultarte entre las sombras no hará que mi cabeza oscurezca tu imagen.
Algo tan sencillo como la verdad, con el ir con las cosas por delante.
Se aprende de los errores pero ya no sé cuál es el defecto. El fallo. Lo mal hecho.
Un día, pienso, hubo confianza pero parece ser que si no se fundió con fuego no se pudo mantener.
Sé que buscarás mis labios en él.
Sus manos no conoceran cada resquicio de tu cuerpo, no se darán cuenta de lo dulce que puedes llegar a ser.
Mirarás de reojo sus labios y no sabrás encontrar tu nombre entre ellos, al menos no de esa forma tan especial.
Tal vez te pueda sonreir, pero lo que no sabrás es si lo hará por ti.
El calor de su cuerpo podrá calmar una noche la gélida espera del tuyo. Dudo que sepa cuidar por una vida todo y cada uno de tus impulsos.
Cuando esperes una caricia en tus mejillas, no cierres los ojos porque al abrirlos no verás mi sonrisa.
Sé que la comparación será tu peor pesadilla.
Al menos lo pienso, lo sé, o lo creía
porque desde que te fuiste pienso que cambiaste de la noche al día.