lunes, 10 de julio de 2017

Una más.

No te quiero.
Así, sin más.
Mienten las palabras, miente el tiempo, mienten los demás.
No quiero verte.
Qué más hará?
El destino ya no puede coser sin nuestro caminar.
No me gustas.
Ni me volverás a gustar.
Son letras que se escriben solas, sin presionar.
No me llames, no lo diré más.
Son excusas de psicópata que no tienen final.
Así explote mi pecho, no te diré más.

Que te quiero,
que ojalá te viese ya.
Me hace falta tu aire para poder respirar.

jueves, 16 de junio de 2016

Minutos, y más

Déjame.
No lo intentes entender.
Si no la tienes enfrente,
nunca lo podrás comprender.
Que ni el horóscopo entiende de miradas
como las que ella suele dar,
ni recibe esa fuerza
cuando sus brazos te comienzan a rodear.
Para.
No me quieras liar.
Es difícil que sepas lo que siente mi piel
cuando no hay nadie más.
Que ni el sofá se queda en su sitio,
ni la pared quieta puede estar.
Solo el tiempo es el que se frena en mi pecho
cuando su sonrisa saca a pasear.
El letargo de mi mente,
tan bobo sin saber reaccionar.

Que mis dientes solo quieren
que su reflejo no los deje de brillar.

jueves, 12 de mayo de 2016

Háblame de otro lugar

Y ahora que el aire huele a vainilla, no sé si debo respirar.
Si cierro los ojos, tal vez la pueda encontrar.
Como esos abrazos eternos. Esa fuerza tan inmensa rodeando mi cuerpo.
Esa sensación de que ya puede desmoronarse el mundo a nuestro alrededor que yo, así, estoy protegido.
Dentro de mi se llegaba a articular: "no te vayas, no quiero verte marchar".
Y me gustaba.
Ese despiste casi perfecto, donde me podría acostumbrar a sacar el mechero de su bolsillo, sin ella saber dónde está.
O el momento en el que duerme, profundamente, pero sus manos buscan mi cuerpo como si fuese el punto de apoyo de sus sueños.
Mi dedo surcaba cada resquicio de su mejilla, para que cuando no este, poder dibujar su rostro en la almohada.
Siempre alegre. Cómo me gusta.
Un lunar solitario, posado timidamente en un labio, esperando ser rescatado por algun atrevimiento.
Podía tocar una sinfonía, en clave de sol, con mis dedos componiendo en su espalda caricias sin final.

Muchas cosas que decir,
otras que sentir.
Yo sin saber qué hacer.
Y, de repente, empieza a llover.

jueves, 14 de abril de 2016

16 de marzo

Un día después de nacer.
Se aceleraron las ganas de querer.
Culpa de ella, culpa de él.
Sentimientos contradictorios a flor de piel.
El tiempo, jugó también,
desnudando con pausas un juego poco cruel.
De repente sonó esa canción
sin ninguna maldad:
"Ahora dime que no,
perdemos los dos si te vas..."
No pudo reprimir el sentimiento y,
sin articular palabra,
empezó a fundir recuerdos.
De chocolate fueron los besos,
donde el sofá retuvo dos cuerpos intensos.
Y, ¿ahora qué?
Sopló el viento.
En una playa llena de preguntas
y un lamento.
Ella, con la cabeza baja,
mira la arena.
Él, sin esperanzas,
no quita sus ojos de ella.

Y es que no existe un vacío tan lleno
como aquel momento,
en que dos almas se encontraron
en el peor tiempo.
Curioso es el destino,
la puerta que él abrió,
ahora es ella quien la cierra
por culpa del amor.
Y no hay más,
aunque, no para de pensar,
¿y si ese es el cuerpo que siempre quiere desnudar?
¿y si esa es la mente que quiere conquistar?
Mirando al mar,
latiendo en sus orejas,
parece escuchar:
"A que no me dejas..."

jueves, 31 de marzo de 2016

Empecemos

¿Y si nos da por imaginar?Por andar sobre el suelo mojado, impregnado de tu perfume, mientras las gotas de lluvia se mezclan con el color de tus ojos, haciéndose camaleónicamente invisible. Mientras, ellos, fijando tu mente a través de mis pupilas, intentando provocarme esa reacción que jamás pensé que tendría. Intentando, también, obligarme a que mis dedos acaricien tu hombro descubierto sintiendo esa cálida gota de lluvia en mi yemas, tras haber rozado piel. A evitar mirar al cielo buscando una luz que ciegue menos que las que derrochan esos ojos, tal vez negros. Porque en esa oscuridad que serían nuestras vidas no entenderíamos de color, ni de penas, ni de frío o calor; solo hablaríamos de los sentimientos que refuerzan el corazón.
Nunca me acostumbraré a la calma sin tu tempestad cuando rebobinas la canción.
Imagina,
que a esta invito yo.