lunes, 28 de enero de 2013

Perder el norte

Estoy en medio de una tormenta y no hay nadie alrededor.
No veo nada. Niebla por todas partes. Agobio incontrolado.
Supe que cogiendo este camino podía acabar así pero no puedo bajar los brazos y dejar de luchar.
No puedo mirar arriba para saber dónde está el norte porque ni el norte me quiere mirar.
Se cansó de esperar o simplemente de verme fracasar.
Con los pies embarrados, el pecho calado y las manos resecas no sé ni cómo actuar.
Miro a mi izquierda y no te encuentro en ningún lugar.
Esperaba verte allí, refugiada tras un techo, con la chimenea encendida y ese jersey tan reconfortante que cuando me echabas el brazo por los hombros sentía como desprendía tu calor.
Calor. Esa energía que derrochabas cuando en las cuatro paredes de mi habitación hacía que la luna se tapase los ojos para no ser testigo de eso a lo que yo pensaba que era amor...
Porque ahora estoy perdido y ni siquiera te has preocupado, o simplemente preguntado, qué es lo me hacía bien.

Sabes que no lo sabes, pero no mueves tu preocupación por intentarlo saber.
No pedía nada raro. No pedía nada extraño. Simplemente que te dejaras llevar por algo que late bajo tu pecho o por el escalofrío que recorre hasta tu pies.

Y ahora aquí estoy, en medio de la nada y sin ninguna esperanza de reencontrarnos.
Aquí estoy.

Perdido entre las aguas de éste nuestro océano.
Sin saber dónde ir, sin saber de dónde he venido.
Loco por buscarte y buscándote me he perdido.
Es una triste historia de amor recalentado.
Niebla por todas partes. Agobio incontrolado.

sábado, 19 de enero de 2013

Dejar paso al corazón

Fuera existe una lucha entre el viento y las nubes. Totalmente distintos, totalmente incompatibles.
Dentro, en la habitación, él mira al techo mientras ella marca el tiempo de su sueño tras cada respiración. El peso de su muslo sobre sus caderas y la mano sujetándolo por el costado como si no quisiera separarse de él. Sí, digo bien, 'como' si no quisiera. Él no está despierto por casualidad, fuera ruge el viento pero dentro de su cabeza suena con más fuerza cada pensamiento, cada hecho pasado. Lo que daría por saber qué es lo que sueña esa chica, qué es lo que le provoca estar allí jugando a quererse.
No lo puede evitar, cuantas más gotas caen sobre el cristal más nublada está su mente. No lo puede explicar, que en tan poco tiempo haya cambiado esa chica el presente.
No quería ver más allá del 'mi, me, conmigo'. No quería...
En esta historia ella no sueña con príncipes y él estaba montando en su caballo blanco sin darse cuenta.
Fuera ha cesado de llover, pero sus pensamientos mojan cada segundo la almohada.
¿Por qué lo hace tan complicado? "El sueño de todo hombre..." le dice ella. Lo que ella no sabe es que él no es un hombre cualquiera, uno más. Tiene ese lado sentimental que hace que se activa con un simple olor, una mirada o una sonrisa. Una palabra, un gesto, una caricia...
No está hecho para jugar a querer, si no para querer y sentir cada gesto en su piel.
No puede más, no puede engañarse día tras día, ya no.
Por mucho que quiera, debe de darlo por imposible.
Son totalmente distintos, totalmente incompatibles.