domingo, 10 de agosto de 2014

No hay tiempo que valga

Tumbado, mirando a un rincón de la habitación.
¿Cómo hacer para que el tiempo juegue al fin a su favor?
¿De qué está hecho el viento, que cuando cambia de rumbo le destroza la ilusión?
Se mezcla la humedad de sus ojos en el aire y le es inevitable recordar.
Vaga entre sus pensamientos. Cansado. Malhumorado. Derrotado.
Ha perdido más kilos, eso es verdad, pero le pesa la ausencia en su interior. El luchar sin victoria, el andar sin avanzar.
Cuenta con los dedos las veces que la ha odiado, las veces que la ha apartado de su lado, y cae en la cuenta de que podría contarlo incluso con su espalda, con una mesa, o simplemente con nada. Porque la siente, por mucho que a ella le cueste, la siente como a la que más. Desea cada segundo poder volver a sus brazos. Poder reiniciar cualquier fracaso.
¿Cómo hace para mostrarle que cuando duerme ya no sueña? Que solo lo hace cuando se levanta por las mañanas, con los ojos bien abiertos, e imaginársela a su lado.
¿Cómo hace para que sus palabras no se queden cortas, para que las palpitaciones hablen a través de sus labios, para enseñarle de qué material está hecho su mente?
Cuenta con los dedos las veces que la piensa, la ama incluso en la distancia, la respeta, la cuida... y le faltan manos, le faltan pies, le falta encontrar el valor exacto del infinito.
Y sí, mirando a ese rincón puede estar exagerando, lo sabe, pero es como lo siente. Es como lo vive.
Dos historias no son iguales.
Dos personas, menos.
La incertidumbre del futuro es lo que a él le perturba cuando ella duda; y a ella cuando él se ilusiona.
¿Dónde está el equilibrio entre el amor y la necesidad?
¿Por qué en esta habitación siente la necesidad de amarla?
¿Cómo explicarle que hay días de lluvia y otros con color?
Que en los días nublados, presente está el sol.
Por mucho que no se vea, por mucho que no brille con fuerzas, es así.
Cierra los ojos y vuelve a mirar. El rincón ha cambiado de lugar.
Se le escapa una sonrisa al pensar en su manera de hablar.
En sus bromas. En su risa. En su forma de pensar...
La siente, por mucho que vacile, la siente igual. De agua se ha llenado sus ojos todas las veces que la imaginó viajar.
Rellena sus energías con sus recuerdos: con aquellas frases, aquellas miradas, aquellos momentos en los que no existía nada más que dos corazones encerrados queriéndose tocar. Queriendo arrancar la piel para poder ver que hay dentro que la hace tan especial. Querer saber por qué duerme de lado o por qué prefiere trasnochar.
Solo busca una solución, la forma de demostrarle que ella es su obsesión.
El futuro no está escrito pero él quiero escribirlo con ella a su lado. Que si se le gasta la tinta, escribir con besos y abrazos. No quiere más historias. Ni dudas. Ni miedos.
Que no quiere un punto y final que no sea el lunar de su rostro.
Se ha tragado el orgullo, y ahora lo siente hacia ella.
Que si discuten que sea por saber quién besó primero.
Si ella ve el vaso medio vacío, él se levanta corriendo a la cocina para llenárselo.
Que si se despista por un momento y deja de pensar en ella, que sea porque se ha perdido en su mirada.
Si salen dudas, que las mismas se emborrachen y ya las cuidan cuando tengan resaca.
Que si se cansa, él se duerme a su lado, abrazado a ella hasta que se recupere y ya siguen mañana.
Si hace viento un día de playa, sus toallas harán de pared y sus cuerpos de abrigo.
Habrá separación de bienes: tu pasado y el mio.
Si la tristeza acecha, que aparezca su alegría a pies puntillas.
Que si se desvela en la cama que sea porque le está clavando las rodillas.
Si no hablan que los muelles hagan callar al silencio.
Que si son felices... no dejar pasar ese momento.